La hepatitis es una
enfermedad de la que se conocen numerosas causas:
- Infecciones por virus, bacterias o parásitos.
- Trastornos de tipo autoinmune.
- Lesiones debidas a la interrupción de la irrigación sanguínea
normal del hígado.
- Traumatismos.
- Presencia en el organismo de determinadas drogas, toxinas,
medicamentos, etc.
- Presencia de trastornos de tipo hereditario como fibrosis quística o enfermedad de Wilson.
En el caso de las hepatitis
producidas por virus podemos distinguir entre virus específicos para la
hepatitis (virus de la hepatitis A, B, C y D principalmente, aunque se conocen
otros) o virus no específicos para la hepatitis, que son aquellos que suelen
manifestarse con otras patologías pero que, en ocasiones, terminan provocando
este trastorno; entre estos últimos cabe destacar el virus Epstein Barr
(causante de la mononucleosis infecciosa o enfermedad del beso) y el
citomegalovirus.
TIPOS
DE HEPATITIS
Exinten varios tipos de Hepatitis:
Hepatitis
A
También denominada hepatitis
infecciosa; esta variante es producida por el virus de la hepatitis A (VHA). Su
transmisión se produce al consumir agua o alimentos contaminados por materias
fecales que contienen el virus, y también por contagio de persona a persona,
sobre todo si las condiciones higiénicas son deficientes.
Se trata de un tipo generalmente leve
de hepatitis especialmente cuando ocurre en niños; de hecho, en numerosas
ocasiones no se perciben síntomas importantes, por lo que la enfermedad no
llega a ser diagnosticada. Cuando presenta síntomas, estos consisten en
cansancio, ictericia (la piel tiene un color amarillento), inapetencia, náuseas
y vómitos, y orina de color oscuro. Los síntomas suelen ser más graves en
adultos que en niños. La afección no se cronifica y no daña al hígado de forma
permanente, aunque en raras ocasiones puede surgir una complicación denominada
hepatitis fulminante, que puede ser mortal.
Hepatitis
B
Hepatitis B o hepatitis sérica; es
producida por el virus de la hepatitis B (VHB). El contagio se produce a través
de fluidos corporales infectados, como la sangre, el semen, las secreciones
vaginales, la saliva, las lágrimas y la orina. La transmisión suele producirse:
- Al compartir jeringuillas contaminadas con la sangre de una persona
infectada durante el consumo de algún tipo de droga.
- Por contacto con material infectado como agujas de acupuntura, tatuajes, piercings,
etc.
- Al compartir utensilios de higiene personal como maquinillas de afeitar
o cepillos de dientes.
- Al mantener relaciones sexuales con una persona infectada por el
virus.
- Al recibir una transfusión de sangre contaminada. Esta es una vía
poco frecuente en la actualidad, ya que los controles y las medidas para
evitar este tipo de accidentes se han incrementado mucho en los últimos
años.
- La madre puede contagiar al bebé durante el parto o la lactancia.
La hepatitis B tiende a cronificarse
con facilidad, aunque algunos pacientes se curan por completo y se vuelven
inmunes al virus, por lo que no vuelven a contagiarse. La enfermedad hepática
de tipo B se considera aguda si la infección se mantiene durante un periodo
inferior a 6 meses. Si después de ese periodo el virus permanece en el cuerpo
del individuo, pasa a considerarse como un curso crónico, lo cual no implica
necesariamente la presencia de síntomas (los portadores asintomáticos son una
fuente importante de contagio, puesto que al no ser conscientes de que
presentan la enfermedad, no toman medidas para evitar su transmisión). Se
pueden diferenciar dos tipos de evolución en el curso crónico de la enfermedad:
crónica estable y crónica persistente o activa, esta última tiene peor
pronóstico y normalmente desemboca en cirrosis.
Hepatitis
C
Causada por el virus de la
hepatitis C, se transmite por contacto directo con la sangre de una persona
infectada. Sus principales formas de transmisión suelen ser:
- Agujas o jeringuillas infectadas.
- Transfusiones sanguíneas.
- Hemodiálisis.
- Mediante material infectado: sanitario, material para tatuajes,
piercings, etc.
- Durante el parto; transmisión madre-hijo.
Al igual que la hepatitis B, la forma
C de esta enfermedad tiene un curso agudo y un curso crónico, siendo este último
el que suele desarrollarse con mayor frecuencia (85% de los casos). En la
mayoría de los casos el paciente permanece asintomático, aunque la enfermedad
puede progresar lentamente, por lo que existe riesgo de aparición de cirrosis y cáncer hepático.
Hepatitis
D
Es la forma de hepatitis vírica más
grave. El virus de la hepatitis D (VHD), también llamado hepatitis delta, se
transmite por las mismas vías que el virus de la hepatitis B. Es un virus muy
especial, pues necesita la existencia de una infección por el virus de la
hepatitis B para poder sobrevivir en el ser humano. Por ello, cuando alguien
está infectado por el VHD también está infectado con toda seguridad por el VHB.
Esto se debe a que se envuelta externa del VHD está formada por parte del VHB.
Se estima que el 5% de los pacientes con hepatitis B están coinfectados por el
virus de la hepatitis D.
Cuando se produce la infección
simultánea por VHB y VHD el paciente sufre síntomas agudos (ictericia, fiebre,
malestar general, etcétera) que pueden llegar a ser muy graves. Si supera la
fase aguda lo más probable es que consiga controlar ambas infecciones y, por lo
tanto, cure las dos enfermedades. En caso de que el VHD infecte a una persona
que ya tiene la infección por el VHB la evolución es diferente. No suele existir
un cuadro con síntomas agudos graves pero la infección por el VHD tiende a
cronificarse con mucha frecuencia. La coinfección por VHB y VHD adquirida de
esta manera desemboca muchas veces en una cirrosis hepática en unos pocos años,
y se asocia a un riesgo alto de aparición de un cáncer hepático.
Hepatitis
autoinmune
La hepatitis autoinmune es un tipo de
hepatitis crónica y progresiva de origen desconocido. Se da sobre todo en
mujeres y se caracteriza, entre otras cosas, por la presencia en el hígado de
anticuerpos del paciente, que no reconocen como propias a las células hepáticas
y, al confundirlas con elementos extraños y perjudiciales para el organismo,
actúan destruyéndolas.
Hepatitis
de origen tóxico
La hepatitis de origen tóxico puede
ser causada por la presencia en el hígado de diversas sustancias como
medicamentos, toxinas, etcétera. El daño podría producirse por la alteración de
una de las enzimas presentes normalmente en el hígado, denominada citocromo
P-450. Dicha alteración puede dar lugar a un aumento de productos tóxicos, o
impedir que se formen los elementos necesarios para la degradación de los
mismos. También puede ocurrir que determinadas sustancias sean reconocidas por
el sistema inmune como un agente extraño del que hay que defenderse, de modo
que sus células acudirán al hígado y desencadenarán la respuesta inflamatoria.
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