Tanto
la hepatitis de tipo A, como la de tipo B, pueden curarse sin intervención
médica. Si no es así, el facultativo establecerá un tratamiento u otro según la
causa del trastorno, edad del paciente, sensibilidad a determinados fármacos,
etcétera. No existe un tratamiento específico para la hepatitis A; suele
recomendarse dieta pobre en grasas, evitar el consumo de
alcohol y otros tóxicos y descanso. Para los tipos B, además de la
recomendación de seguir las indicaciones anteriores, existen algunos
medicamentos disponibles entre los que se encuentran el interferón alfa,
lamivudina, telbivudina, adefovir y, más recientemente, entecavir o tenefovir.
El interferón alfa es un tratamiento que se administra en forma de inyecciones
subcutáneas y puede eliminar el virus de la hepatitis B, pero en un porcentaje
pequeño de casos. El resto de los medicamentos mencionados se administran vía
oral y no curan la infección, aunque pueden mantener el virus bajo control
durante muchos años. Hay que tener en cuenta que muchos pacientes infectados
por el VHB pueden tener la enfermedad inactiva y, por lo tanto, no requieren
ningún tratamiento.
En la actualidad, se considera que
el tratamiento farmacológico más efectivo contra la hepatitis C es la
combinación de ribavirina (un antiviral que se toma por vía oral)
con interferón pegilado alfa (que se administra por
vía subcutánea). El tratamiento dura entre 24 y 48 semanas, y presenta ciertos
efectos secundarios que a veces no son bien tolerados por los pacientes. La
respuesta al tratamiento depende de la etapa en que se encuentre la enfermedad,
del tipo de virus por el que se esté infectado y de la cantidad de virus en la
sangre, entre otros factores. Sin embargo, el empleo de estos medicamentos
puede curar la enfermedad en muchos pacientes.
Novedades y avances en el tratamiento de la
hepatitis C
Un avance reciente en el campo de
la hepatitis C es la incorporación de una técnica diagnóstica que permite
conocer con una gran fiabilidad si un paciente se va a curar con el tratamiento
de la hepatitis C. Se trata de una mutación en un gen del organismo que produce
una sustancia llamada interleuquina 28b. Esta mutación está presente de forma
natural en muchos pacientes y se puede determinar de forma fácil por medio de
un análisis de sangre. Su determinación es muy útil a la hora de tomar la
decisión de tratar o no tratar a un paciente.
También hay que destacar que en
los últimos años ha habido una auténtica revolución en el tratamiento de la
hepatitis C. Esto se debe a que se han desarrollado numerosos fármacos que
atacan distintas enzimas esenciales para el desarrollo del virus C, y que
consiguen erradicar la enfermedad con mucha más frecuencia que con los
tratamientos del pasado. Desde el año 2011 están disponibles en España dos
medicamentos llamados 'inhibidores de la proteasa' que, asociados al
tratamiento estándar con interferón y ribavirina, consiguen una altísima tasa
de curaciones. Estos medicamentos se llaman boceprevir y telaprevir. No están
exentos de efectos secundarios y sólo se pueden utilizar en pacientes con unas
características especiales, pero son una esperanza para la curación de muchas
personas. En los próximos años se incorporarán nuevos tratamientos que tendrán
menos efectos secundarios y que podrán ser utilizados en la mayoría de los
pacientes infectados por el VHC.
Es muy importante que las personas
con hepatitis no tomen medicamentos ni otras sustancias sin consultarlo
previamente con el médico, ni siquiera suplementos vitamínicos o plantas medicinales, ya que pueden resultar
hepatotóxicos. Además, deben suprimir el consumo de alcohol y seguir una dieta
equilibrada y adecuada a su estado para evitar la desnutrición.
Como última opción en los casos en
que el daño hepático es irreversible se puede recurrir al trasplante. En España el primer
trasplante hepático se realizó el 23 de febrero de 1984, y existen 25 centros
hospitalarios donde cada año más de mil pacientes se someten a esta
intervención.
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